LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE EN LEVÍTICO
“Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la
gloria de Jehová se os aparecerá”. Levítico 9:6
¿Cómo te sientes si te impiden
hacer algo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo? A mi me parecería
humillante que alguien quisiera bañarme, vestirme, lavarme los dientes o atarme
los zapatos. Ese es un trato que reservamos a los enfermos impotentes, a los niños
pequeños, o a los muy ancianos; no es algo que hacemos por un adulto saludable.
A nadie le gusta ser dependiente a tal extremo.
Eso es lo que sin dudas habrán
sentido Aarón y sus hijos cuando fueron consagrados. En el capítulo 8 de
Levítico se describe en forma detallada la compleja ceremonia de su
consagración al sacerdocio.
Moisés los hizo pararse delante
de toda la congregación, los bañó, los vistió, los ungió y realizó todos los
sacrificios en su lugar. Aarón y sus cuatro hijos no tenían parte en ninguna de
esas acciones. Durante siete días permanecieron en el santuario sin hacer nada.
Recién entonces, y bajo la dirección de Moisés, realizaron los primeros
sacrificios.
Nosotros también necesitamos ser lavados en la preciosa sangre de Jesús, cubiertos con su manto de justicia y ungidos con su Espíritu. Necesitamos recibir un nuevo corazón, nuevas motivaciones y nuevos deseos. Nada es nuestro y nada podemos agregar a esto.
Nosotros también necesitamos ser lavados en la preciosa sangre de Jesús, cubiertos con su manto de justicia y ungidos con su Espíritu. Necesitamos recibir un nuevo corazón, nuevas motivaciones y nuevos deseos. Nada es nuestro y nada podemos agregar a esto.
¿Qué lección podemos sacar de
esta parte de la historia?
El Señor la puso allí para
recordarnos que, en cuanto a nuestra salvación, somos completamente impotentes.
Que necesitamos de la justicia, de los méritos y de la obra interior de Cristo
para ser salvos. Que no hay nada meritorio de nuestra parte que podamos agregar
en ese proceso.
Está simbolizada allí la forma en
que somos justificados por la fe.
“¿Qué es la justificación por la fe? Es la obra de Dios que abate en el
polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que éste no puede hacer por
sí mismo”. (Testimonios para los Ministros pág. 456).
La promesa que encabeza este
artículo relaciona la fe con la obediencia. Cuando hacemos lo que Dios demanda,
podemos esperar que la gloria de Dios se nos aparezca. Pero la fe antecede a la
obediencia. Como Aarón, primero debemos dejar que Jesús obre en nosotros por su
Espíritu para así poder obedecer por fe.
Nuestra parte consiste en
permitir, en consentir, en esperar y creer. Solo así nos capacitamos para
obedecer por fe.
Los resultados de la humillación
del corazón, requerirán luego arduos esfuerzos, que sin duda serán seguidos de
grandes victorias. Pero cuando los hagamos, no debemos olvidar que: “los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Salmos 51:17
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