EL MEA CULPA DE DANIEL

"De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado". Daniel 9:9
El primer fruto del pecado es el sentimiento de culpabilidad que aguijonea nuestras conciencias.
Cuando Adán y Eva pecaron, hicieron todo lo posible para deshacerse de la culpa. Buscaron responsabilizar al otro por sus acciones ("la mujer que me diste", "la serpiente que tú hiciste"), culpando de esta manera a Dios por haberlos creado.
Todos nosotros hacemos lo mismo, a través de alguna de estas estrategias:


  • Negación: no reconociendo nuestra responsabilidad.
  • Evasión: Buscamos escondernos para escapar de las consecuencias de nuestros actos.
  • Proyección: Transferimos la culpa a los demás, a las circunstancias y en última instancia, a Dios.
Este sentimiento puede ser positivo si nos conduce al arrepentimiento, o puede ser negativo y mortal, si solo estamos tratando de escapar de las consecuencias del pecado.

Son pocos los que reconocen sus culpas y todavía menos los que se hacen cargo de culpas ajenas intercediendo por los culpables.
Un magnífico ejemplo de ello se da en la vida del profeta Daniel.
En el capítulo 9 de su libro hay una oración modelo para todos los que tenemos que lidiar con la culpa, ya sea en forma individual o colectiva. Lo notable del asunto es que Daniel, siendo un hombre justo y fiel, se incluye en las faltas de su pueblo mediante siete "hemos" (Vers. 5,6 y 13).
El dice en su oración: "hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas...Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad".
¡Brillante modelo de intercesor!
No transfiere ni oculta las faltas del pueblo de Dios. Reconoce que el estado actual de las cosas se debe a la infidelidad de Israel y suplica con humildad y fervor por la misericordia divina.
Incluso si estás en paz con el Señor, su iglesia, su pueblo en esta tierra -de la cual formas parte-, necesita que ayunemos y oremos con todas nuestras fuerzas por la restauración.
Nuestros pecados individuales y colectivos nos retienen todavía en este oscuro y desdichado mundo.
¿No es suficiente motivo para orar con angustia del alma?
Resumo a continuación la manera en que el profeta plantea su pedido y la maravillosa e instantánea respuesta de Dios a su siervo:
I - Cuatro actitudes para recibir perdón

  1. Reconocer la grandeza de Dios (vers. 4) Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos;
  2. Reconocer la fuente del perdón (vers. 9) De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado
  3. Reconocer la justicia de su trato (vers. 14) Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz.
  4. Reconocer nuestra falta de mérito (vers. 18) Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones... porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
II - El resultado de invocar su perdón
"Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel... vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo:... Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado". Vers. 20-23
La seguridad que se nos brinda es que Él nos ama y desea librarnos de nuestras culpas. La única conducta segura y aceptable consiste en reconocer que hemos pecado y buscar con humildad su perdón.
Hagamos también un "mea culpa" como Daniel.

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