BUSCADME Y VIVIREIS
Un
lloroso niñito espera a sus padres en la puerta de la escuela, acompañado solo
por una maestra. Al parecer, se han olvidado de el.
En el
agitado mundo que nos toca vivir, esta es una situación corriente (y también me
ha pasado a mí, por cierto).
En la
Biblia también aparece un relato de un niño olvidado –Jesús mismo- por sus
padres. Este es el único relato de las Escrituras sobre los años tempranos de
Jesús y fue puesto allí para enseñarnos una lección fundamental.
Veamos
primero lo que dice el texto sagrado: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la
fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en
Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la
compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los
conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole”. Lucas 2:41-45
¿Por qué
olvidaron a Jesús?
Algo que
los vacilantes creyentes del siglo XXI podemos pasar por alto, es que José y
María no eran una pareja cualquiera de padres desaprensivos y olvidadizos. Ellos
eran los que Dios había estado esperando -¡por 40 siglos!- para confiarles su
Hijo.
Nunca
hubo ni habrá otros padres que les igualen en virtudes, santidad de vida o altura
espiritual; si así no fuera, el Señor no los hubiera elegido. No cometamos pues
el error de pensar que su descuido era producto de la apatía tan común entre
los padres de hoy.
Si estos
consagrados hijos de Dios pudieron cometer un error tan grave, ¿no podría
sucedernos lo mismo?
Elena
White comenta al respecto: “Mientras viajaban, el placer de andar con
amigos y conocidos absorbió su atención, y no notaron la ausencia de Jesús
hasta que llegó la noche. Entonces, al detenerse para descansar, echaron de
menos la mano servicial de su hijo. Suponiendo que estaría con el grupo que los
acompañaba, no sintieron ansiedad. Aunque era joven, habían confiado
implícitamente en él esperando que cuando le necesitasen, estaría listo para
ayudarles, anticipándose a sus menesteres como siempre lo había hecho... durante
un día entero habían perdido de vista a Aquel que no debían haber olvidado un
momento”. El Deseado de Todas las Gentes págs. 59,60.
Lo perdieron
simplemente porque daban por sentada su presencia. Contaban tanto con él, habían
disfrutado por tanto tiempo de la bendición de su compañía y de su mano ayudadora,
que supusieron que cuando les hiciera falta, allí estaría.
Pero no
podemos darnos el lujo de pensar así. Dios no es un electrodoméstico o un
aparato electrónico que podemos utilizar a nuestro antojo. Él no es tampoco un
botiquín de primeros auxilios, que queda relegado a un cajón hasta que nos haga
falta.
Tengamos
cuidado de recurrir al Señor solamente cuando estemos en un aprieto o hayamos
perdido la salud, o situaciones por el estilo. A José y María les costó tres
días de gran angustia encontrar a Jesús. Dolor, remordimiento, culpa, ansiedad
y temor, fueron su paga por haberlo dejado atrás.
No
permitamos que nada ni nadie acapare nuestra atención al punto de relegarlo. Si
lo olvidamos, nos sucederá lo mismo que a aquella santa pareja. Al cabo de
intensa búsqueda, “tres días
después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley,
oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su
inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo
su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos
buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais
que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:46-49
La lección es clara, podemos
encontrar a Cristo con mucha facilidad si entramos en “los negocios de su Padre”.
Debemos orar y estudiar la
Biblia, por supuesto; pero además precisamos mantener nuestros ojos fijos en
él, nuestros pies en sus caminos, nuestros brazos en su servicio y nuestra
mente en constante búsqueda de su voluntad.
Es precisamente cuando cumplimos
con cada deber conocido y trabajamos por la felicidad y la salvación de los que
nos rodean, que se halla más cerca de nosotros.
Todo lo que tenemos y somos debe
lanzarse tras él para poder decir “Venid
y volvamos a Jehová... y viviremos delante de él. Y conoceremos, y
proseguiremos en conocer a Jehová” Oseas 6:1-3
Nunca demos por supuesta su
presencia ni dejemos de buscar al Señor, porque es vida para nuestra alma. Debe
ser el primer trabajo del día y la última comprobación antes de acostarnos.
“Pero así dice Jehová a la casa de Israel:
Buscadme, y viviréis”. Amos 5:4
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