LA SERPIENTE DE BRONCE

"El (Ezequías)... hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán [Esto es, Cosa de bronce]". 2ª Reyes 18:4
En cualquier religión los ritos y símbolos son importantes. Proveen identidad, dan sentido de pertenencia y son un valioso recurso didáctico para grabar en la mente verdades espirituales.
Dios mismo estableció muchos de ellos. En el antiguo testamento, el santuario con sus muebles, sus dos departamentos y sus elaborados rituales, era un audiovisual del evangelio. En el nuevo testamento, el lavamiento de los pies, la cena del Señor y el bautismo son símbolos de realidades espirituales trascendentes.
Pero ¿Una serpiente de bronce? ¿No es acaso la serpiente un símbolo de Satanás? ¿Por qué les mandó hacer una imagen de ella?
Veamos el contexto en que fue hecha:
"Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía". Números 21:4-9
La serpiente que Moisés levantó no tenía ninguna virtud sanadora. Era apenas un símbolo al cual dirigir la mirada. En su constante rebelión e incredulidad, los israelitas necesitaron un "audiovisual" para ejercer fe.
Elena White comenta al respecto: "El alzamiento de la serpiente de bronce tenía por objeto enseñar una lección importante a los israelitas. No podían salvarse del efecto fatal del veneno que había en sus heridas. Solamente Dios podía curarlos. Se les pedía, sin embargo, que demostraran su fe en lo provisto por Dios. Debían mirar para vivir. Su fe era lo aceptable para Dios, y la demostraban mirando la serpiente. Sabían que no había virtud en la serpiente misma, sino que era un símbolo de Cristo; y se les inculcaba así la necesidad de tener fe en los méritos de él. Hasta entonces muchos habían llevado sus ofrendas a Dios, creyendo que con ello expiaban ampliamente sus pecados. No dependían del Redentor... El Señor quería enseñarles ahora que en sí mismos sus sacrificios no tenían más poder ni virtud que la serpiente de bronce, sino que, como ella, estaban destinados a dirigir su espíritu a Cristo, el gran sacrificio propiciatorio". Patriarcas y Profetas pag. 457
Aunque algunos todavía piensan que en tiempos veterotestamentarios la gente se salvaba por las obras, este incidente echa por tierra estas presuposiciones. La salvación siempre ha sido y siempre será por fe. 
Pero los judíos olvidaron pronto la lección y convirtieron el símbolo de su salvación en objeto de culto. La cosa llegó a tal punto que Ezequías tuvo que destruirla.  
Siglos más tarde Jesús recordó a Nicodemo el valor de ese símbolo. Le hizo ver que todas las ceremonias, ritos y símbolos de su religión eran inútiles para salvar, a menos que fijara su vista por la fe en el Salvador. Solo en Cristo hay vida eterna. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado  para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Juan 3:14,15
 Esto constituye una lección también para nosotros, los cristianos de hoy.
Podemos fácilmente perder de vista a Jesús tras los símbolos que dirigen hacia él. En el culto ofrecido a Dios, en las reuniones religiosas, en la observancia de sus mandamientos, en la celebración de bautismos y en la eucaristía, tenemos valiosas oportunidades de reconsagración, de meditación y de humillación del alma. O pueden convertirse en "Nehustán"; cosas sin valor. 
Llevar una cruz en el pecho, o ponerla en el frente de nuestras iglesias, no nos salvará; peor aún, pueden extraviarnos de la sincera fe en Jesús.
Deberíamos temer fijar nuestros afectos en las formas de la religión antes que en el objeto supremo de ella. El tentador es muy astuto y constantemente vigila para que perdamos el rumbo. Todos los símbolos de nuestra fe están precisamente para eso, para dirigir nuestras mentes, no a nosotros mismos, sino al verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debemos mirar a él  y vivir. 
"Si estáis conscientes de vuestros pecados, no dediquéis todas vuestras facultades a lamentaros por ellos, sino mirad y vivid. Jesús es nuestro único Salvador, y aunque millones que necesitan ser curados rechacen su misericordia ofrecida, nadie que confía en sus méritos será abandonado para perecer. Al paso que reconozcamos nuestra condición impotente sin Cristo, no debemos desanimarnos. Debemos confiar en un Salvador crucificado y resucitado. Pobre alma, enferma de pecado y desanimada, mira y vive. Jesús ha empeñado su palabra; salvará a todos los que acuden a él". Consejos Para la Iglesia pag. 84

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