LLAMAMIENTOS RECHAZADOS

"Ahora, pues, habla luego a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén, diciendo: Así ha dicho Jehová: He aquí que yo dispongo mal contra vosotros, y trazo contra vosotros designios; conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejore sus caminos y sus obras. Y dijeron: Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón. Por tanto, así dijo Jehová: Preguntad ahora a las naciones, quién ha oído cosa semejante. Gran fealdad ha hecho la virgen de Israel". Jeremías 18:11-13
-¡No toques la computadora!
Mi nieto de un año me mira, sonríe... y vuelve deliberadamente a tocar lo prohibido...
Él tiene apenas un añito de vida, y no es consciente de lo que lleva instalado en su corazón. Pero los que tenemos más años hacemos lo mismo, atropellando la lógica y el sentido común con tal de justificar nuestra actitud.
¿A qué se debe esa actitud tan humana y frecuente de hacer lo contrario de lo que se nos dice; incluso sabiendo que es para nuestro bien?
Hay en cada uno de nosotros también una mala semilla de egoísmo y terquedad, que si es cultivada, dará como resultado dolor, sufrimiento y muerte. Para que brote no hace falta ser rematadamente malos; solamente optar por lo que nos resulta más agradable... y el pecado hace el resto. 
Estamos tan acostumbrados a complacer nuestro corazón, que no nos damos cuenta de la maldad que encierra. No conocemos en verdad la perversidad de nuestro corazón, que ha perdido casi por completo la semejanza divina.
Dentro de nosotros se ha producido un desajuste tan completo que, si no fuera por la gracia divina, todos nos perderíamos sin remedio. 
Lo más triste, es que el pecado no nos parece tan malo. Lo mimamos y acariciamos, renunciando a él solo temporalmente -cuando nuestra conciencia nos aguijonea-, para volver a abrazarlo con mayor pasión la siguiente vez. 
¿A qué se debe esto? 
La razón principal por la que no repudiamos el pecado, es que no comprendemos la magnitud del daño que nos ha causado, afectando todo nuestro ser. 
Necesitamos comprender que: "No renunciamos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad. Mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en nuestra vida". El Camino a Cristo pág.  23.
Pero preferimos andar en nuestros propios caminos y seguir nuestra propia luz antes que recibir a Aquél que es "la luz del mundo".
Los habitantes de Judá y Jerusalén fueron una muestra de la rebeldía y la obstinación del ser humano, y de lo que sucede cuando decide contrariar lo que Dios indica.
También resultan un claro ejemplo de las nefastas consecuencias de su actitud.
No somos mejores. De la misma manera en que el antiguo Israel recibió llamado tras llamado, sin hacer caso, lo mismo hacemos los hijos del moderno Israel de Dios. 
Por ello el Señor nos dice: "¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados". Isaías 50:10,11
Y otra vez: "Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio". 2ª Crónicas 36:15,16
  • Cada llamamiento rechazado produce siempre una inevitable cosecha de dolor, tristeza y sufrimiento. La mente rebelde se va así cerrando a las realidades celestiales y se aferra con mayor fuerza al pecado. 
  • Cada llamamiento aceptado, por otra parte, traerá paz, bien y prosperidad al alma. La obstinación se cambiará en abnegación, la rebeldía en obediencia y la incredulidad  en fe.
Es tiempo de que nos detengamos a considerar:
¿Somos conscientes de la malignidad del pecado y estamos dispuestos a renunciar a él?
¿Lo repudiaremos de corazón?
La decisión es nuestra. El poder para cambiar nuestras vidas es suyo.

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