APARIENCIAS


"Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos". Marcos 11:12-14
 Todavía hay más en el relato: "Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". (vers. 20,21).
¿Por qué la maldijo el Señor? ¿Acaso tuvo un mal día? Seguro que no.
No me imagino a Jesús enojado, ni frustrado, ni impaciente con las personas; mucho menos con una planta. Por eso se me hace difícil comprender este incidente. Al contrario de lo que hacemos la mayoría de las personas, Jesús nunca procedió llevado por arrebatos emocionales de ningún tipo.
Descartado lo anterior, solo podemos concluir que había una lección que Cristo quería enseñar con este acto singular. Y la mejor exposición que encontré al respecto es la que sigue:
"La amonestación que dio Jesús por medio de la higuera es para todos los tiempos. El acto de Cristo, al maldecir el árbol que con su propio poder había creado, se destaca como amonestación a todas las iglesias y todos los cristianos. Nadie puede vivir la ley de Dios sin servir a otros. Pero son muchos los que no viven la vida misericordiosa y abnegada de Cristo. Algunos de los que se creen excelentes cristianos no comprenden lo que es servir a Dios. Sus planes y sus estudios tienen por objeto agradarse a sí mismos. Obran solamente con referencia a sí mismos. El tiempo tiene para ellos valor únicamente en la medida en que les permite juntar para sí. Este es su objeto en todos los asuntos de la vida. No obran para otros, sino para sí mismos. Dios los creó para vivir en un mundo donde debe cumplirse un servicio abnegado. Los destinó a ayudar a sus semejantes de toda manera posible. Pero el yo asume tan grandes proporciones que no pueden ver otra cosa. No están en contacto con la humanidad. Los que así viven para sí son como la higuera que tenía mucha apariencia, pero no llevaba fruto. Observan la forma de culto, pero sin arrepentimiento ni fe. Profesan honrar la ley de Dios, pero les falta la obediencia. Dicen, pero no hacen. En la sentencia pronunciada sobre la higuera, Cristo demostró cuán abominable es a sus ojos esta vana pretensión. Declaró que el que peca abiertamente es menos culpable que el que profesa servir a Dios pero no lleva fruto para su gloria". (El Deseado de Todas las Gentes pág. 536).
¡Qué solemnes y terribles pensamientos! 
La inspiración nos advierte además que "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos, porque habrá hombres... que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". 2ª Timoteo 3:1-5
¡Cuántos hoy viven de la mera apariencia! Se jactan de sus dones y de su religiosidad superior, como los pavos reales exhiben sus coloridos plumajes.
¡Cuántos fieles hijos de Dios se dejan seducir por tales demostraciones!
Pero nadie necesita confundirse con esmerilados discursos. Las obras de tales personas desacreditan sus palabras.
Lean de vuelta la cita anterior y pregúntense si se aplica a su caso. No se engañen, no tengan compasión de sí mismos; sino contemplen con honestidad los frutos de su vida. Y al ver el resultado (cualquiera sea), rueguen conmigo al Señor que hizo la higuera, para que produzca en nosotros abundante fruto para vida eterna.
La sola apariencia no bastará para subsistir en el juicio que se lleva a cabo ahora mismo ante el trono de Dios.  Este es un asunto de la mayor seriedad.
Es mi ferviente oración que tu vida y la mía no sean tristes hojas de un árbol sin fruto y destinado a secarse hasta las raíces.

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