DESFILE DE PROFETAS


"Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?" Amos 3:7,8
El 8 de Abril es el aniversario de la fundación de mi querida ciudad de Formosa, y el día anterior, por la medianoche, hay una retreta seguida de desfile y fuegos artificiales. 
A mi esposa siempre le agradaron los fuegos artificiales y no quiere perderse ninguna celebración (en mi compañía, claro). Le gusta ver las luces encendiéndose en el cielo en un despliegue de las más variadas formas y colores, con estruendos de diversa magnitud. El cielo se ilumina de a ratos con esas estrellas fugaces, y por un momento se nos olvida que es de noche. 
Pero hubo hace ya dos mil años, un desfile de proporciones soberbias. No hubo banda ni desfile, ni fuegos artificiales, pero si una sucesión de magníficos eventos impulsados por el Espíritu Santo, anunciando el nacimiento del Mesías tanto tiempo esperado. 
Dios se revela a los profetas de distintas maneras: mediante visiones, por sueños, por medio de ángeles, o por una combinación de estos métodos. Cualquiera de estas formas se consideran manifestaciones del don de profecía prometido en las Escrituras (1ª Corintios 12:10; 14:1-5).
Aparecen en los evangelios al menos trece manifestaciones del don de profecía, que comprenden: seis personas que reciben los oráculos del Señor (José, María, Zacarías, Elisabet, Simeón y Ana), seis apariciones de ángeles y cuatro sueños proféticos (tres a José y uno a los magos). 
La relación de sucesos es como sigue:
  1. Un ángel confirma a José la concepción virginal de María. Mateo 1:18-25
  2. Revelación a los magos mediante un sueño. Mateo 2:12 
  3. Un ángel les ordena a José y María huir a Egipto. (vers: 13)
  4. Se les indica mediante un sueño volver a Israel (vers. 19,20).
  5. En una nueva revelación, se les indica ir a Galilea (vers. 22,23).
  6. Anuncio angélico del nacimiento de Juan. Lucas 1:5-25
  7. Anuncio angélico del nacimiento de Jesús. vers. 26-38
  8. María visita a Elisabet y esta reconoce a Cristo en su vientre. vers. 39-45 
  9. El “Magnificat”, profecía de María. vers. 46-55
  10. Profecía de Zacarías sobre Juan. vers. 67-80
  11. El ángel se aparece a los pastores. Lucas 2:8-11
  12. Profecía de Simeón en el templo. vers. 25-35 
  13. Ana testifica proféticamente del niño. vers. 36-38 
¿A qué se debió tal desfile de profetas y profecías que no tiene igual en toda la Escritura?
Simplemente a que Dios estaba revelando al mundo el acontecimiento más grande de la historia hasta ese momento. Había llegado el cumplimiento del tiempo y su Hijo nacía (Gálatas 4:4). Tan importante fue esa ocasión que partió la historia en dos. 
Esta es una clara demostración de que, en momentos cruciales para el plan de salvación, el don profético se muestra especialmente activo. Y esto es así, porque la profecía es el medio señalado por el cielo para comunicarse con sus hijos fieles. 
Tristemente, tal derroche de recursos espirituales fue ignorado por la mayoría. Sacerdotes, rabinos, escribas y el común del pueblo se turbaron, pero no hicieron caso de las revelaciones. 
No obstante, los sabios de oriente, los pastores, Simeón, Ana, y muchos otros fueron grandemente bendecidos con esta respuesta a su fe.
Cuando Dios habla, ¿quién no profetizará?
Los que suponen que la revelación se acabó cuando se cerró el canon de la Biblia y rechazan a todo profeta posterior, ignoran la manera en que el Señor trabaja y atrasan en el debate.  
No se trata ya de los profetas del pasado, sino de los del presente y del futuro, pues se nos advierte para los tiempos finales que habrá falsos profetas y maestros (Mateo 24:11 y 24).
¿Qué propósito tendría la advertencia si no hubiera ya profetas verdaderos para contrastar?
La cuestión no pasa por obedecer o no a profetas que no están en la Biblia, sino de estar dispuestos a recibir nuevas revelaciones del Señor.
En los momentos finales de la historia de este mundo, ¿dejará Dios a su iglesia sin guía ni dirección?
¿Habrá únicamente falsos profetas?
¿Quedaremos sujetos nada más que al criterio de hombres falibles? 
Para mí la respuesta es un contundente NO. 
Todavía veremos un desfile con fuegos artificiales que superará en mucho al que siguió al nacimiento de Jesús, por cuanto el mensaje dirigido"a toda nación tribu, lengua y pueblo" (ver Apoc. 14:6-12) tiene alcance global y carácter definitivo.
La promesa sigue en pie: "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?" Amos 3:7,8

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