DOBLE CIUDADANÍA

Vivo en una provincia fronteriza, y se puede escuchar aquí a la gente hablar dos idiomas entremezclados, el castellano y el guaraní. La mayor parte de las personas tiene dos culturas que coexisten y armonizan. Esto se ve en casi todos los detalles; la música regional, las tradiciones y costumbres, las bebidas, etc. Nuestras comidas típicas incluyen platos de origen paraguayo como la "chipa" y la "sopa paraguaya" (que no es para nada una sopa). Es posible además pagar en los comercios fronterizos con ambas monedas, la argentina y la paraguaya.
En la vida cristiana, también podemos encontrar muchas personas que viven con características duales; pero en este caso, habitan en la frontera entre el bien y el mal, viven en el límite entre el pecado y la santidad. Hablan dos idiomas, tienen dos culturas, se visten un poco como cristianos y un poco como el mundo, comen como los de aquí y algo del otro lado; en su trato con los demás, sus relaciones y sus pensamientos reflejan tal ambivalencia.
¿Somos tu y yo ciudadanos de dos mundos?
No debería ser así, pues,"nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo". Filipenses 3:20
"Los hijos de Dios, el verdadero Israel, aunque dispersados entre todas las naciones, no son sino advenedizos en la tierra, y su ciudadanía está en los cielos". PP 475.
En tiempos de paz no hay nada de malo en tener doble nacionalidad, pero en tiempos de guerra debemos optar por una o por otra, a riesgo de perder la vida. Lo mismo sucede en el plano espiritual. No podemos estar bien con Dios y con el diablo, tenemos que elegir bando en el conflicto secular entre el bien y el mal. Nos va la vida en lo que elijamos.
¿De qué modo optamos por la ciudadanía celestial?

"La condición para ser recibidos en la familia del Señor es salir del mundo, separarse de todas sus influencias contaminadoras. El pueblo de Dios no debe tener vinculación alguna con la idolatría bajo cualquiera de sus formas. Ha de alcanzar una norma más elevada. Debemos distinguirnos del mundo, y entonces Dios dirá: "Os recibiré como miembros de mi familia real, hijos del Rey celestial". Como creyentes en la verdad debemos diferenciarnos en nuestras prácticas, del pecado y los pecadores... Debiéramos comprender más claramente el valor de las promesas que Dios nos ha hecho, y apreciar más profundamente el honor que nos ha dado. Dios no puede dispensar mayor honor a los mortales que el de adoptarlos en su familia, dándoles el privilegio de llamarlo Padre. No hay ninguna degradación en llegar a ser hijos de Dios".-FE 481.
El amor divino nos llama a no vivir con doble ciudadanía. Hay que elegir un lado por el cual jugarse.
Nuestra elección por el mundo, en cambio, no requiere decisiones firmes, solamente alcanza con ser inconstantes o indiferentes. No hace falta que elijamos a Satanás para enrolarnos en sus filas. Basta con descuidar nuestra diaria comunión con el Señor para optar por el bando contrario.
Necesitamos hoy con urgencia unirnos al pueblo de Dios bajo la bandera del Señor resucitado y apartarnos del enemigo.Cuando hemos elegido luchar por el Señor, en cambio, la tarea no ha finalizado ni mucho menos. Se requiere una completa y permanente consagración. Es una tarea diaria, personal e indelegable que continuará hasta el fin de nuestras vidas.
"Somos extranjeros y peregrinos en este mundo. Hemos de esperar, velar, orar y trabajar. Toda la mente, toda el alma, todo el corazón y toda la fuerza han sido comprados por la sangre del Hijo de Dios... Si nuestros corazones están unidos con el corazón de Cristo, tendremos un deseo muy intenso de ser vestidos de su justicia. Nada se colocará sobre la persona para atraer la atención, o para crear polémica. ¡Cristianismo: cuántos hay que no saben lo que es! No es algo que nos ponemos encima en forma externa. Es una vida infundida dentro de nosotros por la vida de Jesús. Significa que estamos usando el manto de la justicia de Cristo".-TM 127, 128.
Mi abuelo Pedro había nacido en Alemania,  y ya adulto emigró a la Argentina. Cuando tenía casi 90 años, anunció gozoso que se había nacionalizado argentino, y yo no entendía el porqué de esa decisión.
Me dijo que la mayor parte de sus seres queridos habían muerto en las muchas guerras en que participaron los alemanes, en cambio a su país adoptivo le debía todo lo que era y tenía, -en paz- por lo que consideraba un honor formar parte de él.
Ahora, después de muchos años, lo puedo entender. Él eligió lo que creía mejor.
¿Es para ti un honor ser ciudadano del Reino de los Cielos?

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