INCREDULIDAD


Incredulidad: Dificultad para creer, o aversión a hacerlo. Falta de fe. www.alegsa.com 
Desde que, en aquél bello Edén, nuestros primeros padres decidieron confiar en un animal -no importa lo lindo que fuera- antes que en su Creador, la incredulidad se convirtió en el fruto inmediato del pecado.
Nacemos incrédulos y seguiremos siendo incrédulos, porque nacimos pecadores y lo seguiremos siendo, a menos que Dios intervenga en nuestras vidas.
La Biblia dice de esto: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Juan 1:10,11
Y agrega que es un plan deliberado del Diablo para mantenernos lejos de Jesús: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. 2ª Corintios 4:4
¡Y ha tenido éxito en mantenernos así a lo largo de los siglos!
A tal punto que hoy (especialmente en ámbitos intelectuales), se piensa que la fe y la religión idiotizan a la gente, cuando lo opuesto es la verdad.
Pero lo trágico del asunto es que no solamente los paganos quedaron en incredulidad, sino que Satanás consiguió dominar incluso al pueblo de Dios, desde los días de Moisés hasta la venida de Jesús.
Los evangelios registran con tristeza citas como estas:

  • “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”. Mateo 13:58
  • “Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él”. Juan 12:37
Debería uno esperar esto de gente sin instrucción religiosa; pero podemos ver que los peores fueron precisamente los líderes de la nación hebrea:
  • “Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?” Juan 6:30 (¡Después de la multiplicación de los panes y los peces!).
  • “Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal”. Mateo 12:38 (¡Después de sanar a un endemoniado!). 
No solo que no creían, sino que negaban la contundente evidencia que tenían delante de ellos. Con dolor, Jesús les confirmó su destino, diciendo: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis...Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis... Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios”. Juan 8:24,45-47
¿Qué decir de los discípulos? ¿Serían mejores los que él mismo eligió?
NO. Cuando el Señor resucitó, “se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”. Marcos 16:14
“Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Juan 20:27
¡Qué tremenda paradoja! ¡Creyentes, pero incrédulos!
Las Escrituras advierten a los cristianos en tono muy fuerte respecto a esta condición: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”. Hebreos 3:12
Ya que ninguno de los vivientes escapa a este terrible flagelo que nos priva de la comunión con Dios, nos aleja de la fe, cierra las puertas del cielo, ciega los ojos y nubla la razón; hay motivos para estar seriamente preocupados.
Únicamente el poder divino puede cambiar nuestra innata condición de dureza de corazón. Clamemos como aquel dubitativo padre del niño atormentado por el demonio, a quien "Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad". Marcos 9:23,24
¿Qué de ti?
 

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