LUCHAR DEL LADO CORRECTO

La vida es lucha. (Eurípides de Salamina)
Y aunque parezca una frase gastada, no por ello deja de ser cierta. El patriarca Job también exclamó: "¿No es toda la vida humana una lucha?" Job 7:1 (Nueva Traducción Viviente).
 Luchamos por muchas cosas, en muchos frentes y de muchas maneras. Luchamos por el bienestar económico, por nuestra realización personal, por nuestras familias; luchamos solos o en conjunto contra los males de la sociedad o por aquello que creemos o deseamos. 
Si, la vida es una lucha.
Pero quizás la gran tragedia de la vida consiste en que luchamos mayormente de la forma o del lado equivocado, lastimándonos y lastimando a los demás. 
Veamos al respecto, dos enfoques basados en la Biblia; uno correcto y el otro equivocado.
Nos vendría bien, en primer lugar, revisar el consejo del sabio Gamaliel a los judíos que intentaban eliminar a la naciente iglesia cristiana: "Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios". Hechos 5:38,39
Los escribas y fariseos, los gobernantes y los poderosos, combatieron con fiereza a los discípulos, matando a algunos de ellos y persiguiendo a los demás; no obstante fracasaron en sus objetivos porque estaban en guerra con un poder imposible de derrotar.
Luchar contra Dios es un gran error, un absurdo total, que no puede terminar sino en desastre.
Ahora, el siguiente caso de lucha:
"Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices". Génesis 32:24-26
Jacob se había retirado a orar y meditar antes del temido encuentro con su hermano Esaú, cuando: "de pronto sintió una mano fuerte sobre él. Creyó que un enemigo atentaba contra su vida, y trató de librarse de las manos de su agresor. En las tinieblas los dos lucharon por predominar. No se pronunció una sola palabra, pero Jacob desplegó todas sus energías y ni un momento cejó en sus esfuerzos... La lucha duró hasta poco antes del amanecer, cuando el desconocido tocó el muslo de Jacob, dejándolo incapacitado en el acto. Entonces reconoció el patriarca el carácter de su adversario. Comprendió que había luchado con un mensajero celestial, y que por eso sus esfuerzos casi sobrehumanos no habían obtenido la victoria... Completamente arrepentido y quebrantado, se aferró al Ángel y “lloró, y le rogó” (Oseas 12:4), pidiéndole la bendición. Necesitaba tener la seguridad de que su pecado había sido perdonado. El dolor físico no bastaba para apartar su mente de este objetivo. Su decisión se fortaleció y su fe se intensificó en fervor y perseverancia hasta el fin". Patriarcas y Profetas pag. 175.
Toda la vida de Jacob había sido lucha -un camino sembrado de engaños y manipulaciones- para alcanzar sus objetivos, así que no era nada raro que en esta situación decidiera pelear. El patriarca combatió primero con todas sus energías para vencer a su oponente; luego luchó con renovado vigor, pero esta vez para rendirse. 
¿Luchar para rendirse?
La paradoja de la declaración anterior es otra más de las tantas que aparecen en las Escrituras. Cuando luchamos correctamente, lo hacemos, no para obtener la victoria, sino para caer a los pies de Jesús, sin permitir que nada nos quite de allí hasta recibir lo que anhelamos. 
Él consiguió lo que buscaba, pues se le dijo: "No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido". Génesis 32:28
Podemos luchar contra Dios cuando resistimos sus planes para nosotros. El resultado seguro será la derrota. O podemos luchar con Dios, abatiendo nuestro yo y salir vencedores. 
Y cada vez que abandonamos nuestro vanos intentos por prevalecer, cuando cesamos en nuestros esfuerzos por arreglarnos por cuenta propia y acudimos con fe a los pies del Salvador, le damos la oportunidad de que realice en nosotros su extraordinaria obra.
 "Por su humillación, su arrepentimiento y la entrega de sí mismo, este pecador y extraviado mortal prevaleció ante la Majestad del cielo. Se había aferrado con mano temblorosa de las promesas de Dios, y el corazón del Amor infinito no pudo desoír los ruegos del pecador". Patriarcas y Profetas pag. 176.
Lucha hoy del lado correcto, rindiéndote a los pies del  Señor, así la victoria estará asegurada.

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