TODO ESTÁ CONTAMINADO

"Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse". Daniel 1:8
Este es un gran principio que debe regir en la vida de todo cristiano. Debemos elegir, al igual que el joven profeta, evitar ser contaminados por las cosas del mundo. 
Pero claro, dirán algunos; en la época de Daniel era diferente. Sus opciones se reducían a comer o no la comida del rey; pero en la actualidad, las opciones a las que nos enfrentamos suelen ser bastante más abundantes, confusas y complejas .
En sus tiempos las verduras y las frutas no estaban contaminadas con agroquímicos, abonos y pesticidas de todo tipo, ni bastardeadas con elementos transgénicos. Los animales no eran alimentados con hormonas ni engordados a la fuerza con balanceados de dudoso origen. No existían los niveles de contaminación de toda clase que hoy tenemos. Nuestro mundo se vuelve cada vez más artificial y más corrompido. Es imposible escapar de la contaminación, se afirma.
¿Será esto así o tal vez no?
En el siguiente texto hay algunas ideas que pueden servirnos para dar respuesta a nuestro dilema:
"Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna".1ª Juan 5:19,20
En primer lugar necesitamos reconocer que "el mundo entero está bajo el maligno", lo cual significa que no existe nada en este agobiado planeta que no esté bajo la maldición del pecado. 
Si alguien espera encontrar aquí la perfección edénica, puede desde ya abandonar la búsqueda. Vivimos en un ambiente imperfecto y degradado, lleno de contaminaciones, la peor de las cuales -y origen de todas ellas-, es la contaminación moral.
Sin embargo, "el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento" para que podamos encontrar lo bueno y lo mejor en medio de toda la decadencia de este mundo. No estamos en tinieblas en cuanto a cómo vivir sin contaminación y sin mancha del mundo.
Veamos además que significa estar en "el verdadero, en su Hijo Jesucristo".
Los que están en Cristo ya han sido limpiados de las contaminaciones del mundo por el poder de su palabra, y en él tenemos la vida eterna.
En la Biblia, en los escritos del Espíritu de Profecía y en la conducción del Espíritu Santo, Jesús nos dejó abundantes elementos para librarnos de toda impureza. Deberíamos dedicar tiempo y oración a estudiar los consejos que nos fueron dados sobre la manera de vivir, de relacionarnos, de vestir y de alimentarnos que Dios aprueba. Después, deberíamos seguirlos fielmente, sin dar excusas, sin importar el costo y sin hacer concesiones.
Para seguir, es necesario entender que la contaminación no se trata de algo exterior, sino de lo que hay dentro de nosotros: "Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga". Marcos 7:14-16
No obstante, vale preguntarse: ¿Qué cosas nos contaminan?
"Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre". (vers. 21-23).
Vale en este caso el consejo dado por el Señor a los fariseos: "Limpia primero lo de dentro del vaso... para que también lo de fuera sea limpio." Mateo 23:26.
Todos los argumentos y las disputas que se levantan sobre lo que comemos, vestimos o hacemos, se derrumban ante el reconocimiento sincero de que lo contaminado... ¡Somos nosotros!
Pero Jesús nos ha dado su gracia para vencer, su poder para someter los apetitos de la carne, su sabiduría para elegir y sus promesas para sostenernos en las horas de confusión.  Nadie necesita dudar en cuanto a la voluntad divina. 
Él promete limpiarnos de todo mal, quiere santificarnos y restaurar en nuestra fragilidad e imperfección humana su gloriosa imagen y semejanza. No hay poder en el cielo y en la tierra que pueda impedírselo, salvo nuestra voluntad. 
"Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios." 2ª Corintios 7:1.
No todo está contaminado. El amor puro y sin mancha de Cristo está a tu favor. Sus méritos son tuyos ¡y su victoria sobre el pecado también!
Permítele que cada día te limpie más y más de toda contaminación.

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