EL PUNTO DE ENCUENTRO


"Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho". Isaías 59:14,15
"Una irascible mujer baleó el auto del intruso que había ocupado "su" lugar en un estacionamiento". 
La insólita noticia de tan exagerada reacción ocupó el horario central de los noticieros en mi país. Pero tamaña insensatez pronto será tapada por otras noticias, igualmente trágicas y saturadas de maldad.
Los gobiernos y las fuerzas de seguridad enfrentan una batalla -perdida de antemano- contra el crimen organizado, los vendedores de droga, el terrorismo, la violencia, la corrupción y toda otra clase de males sin visos de solución.
El mundo ha enloquecido por completo, bien lo sabemos todos.
Por eso creo que el texto de arriba describe bien, tanto la impotencia de quienes quisieran vivir en paz y seguridad, como los sentimientos de desagrado del Señor hacia quienes hacen que la verdad tropiece y la justicia no aparezca.
Meditando en ello, me topé con este otro texto de los salmos: "La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron". Salmos 85:10
En el primer texto, se describen las espantosas condiciones en que se encontraban las personas que vivían en tiempos de Isaías, pero que son perfectamente aplicables a nuestro tiempo (y creo que mejor todavía).
La constante pérdida de derechos, la inmoralidad atrevida, la pobreza escandalosa, la escasez de justicia, el eclipse de la verdad y la negra noche de maldad en que estamos sumergidos, superan la de cualquier etapa de la historia, por terrible que pueda parecer.
¿Cómo entonces podrá suceder que "La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron"?
Es que el remedio de Dios a tan inmanejable situación fue puesto a nuestra disposición hace ya dos mil años. "En Jesús la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. En su vida y carácter, no sólo revela el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre... El unigénito Hijo de Dios tomó sobre sí la naturaleza del hombre y estableció su cruz entre la tierra y el cielo. Mediante la cruz, el hombre fue atraído a Dios, y Dios al hombre. La justicia se inclinó desde su puesto elevado y sublime, y las huestes celestiales, los ejércitos de la santidad, se acercaron a la cruz, inclinándose con reverencia, pues en la cruz se satisfizo la justicia. Mediante la cruz, el pecador fue rescatado de la fortaleza del pecado, de la confederación del mal, y cada vez que se acerca a la cruz se enternece su corazón y clama arrepentido: “Fueron mis pecados los que crucificaron al Hijo de Dios”. Deja sus pecados en la cruz y se transforma su carácter por la gracia de Cristo. El Redentor levanta al pecador del polvo y lo coloca bajo la dirección del Espíritu Santo. Cuando el pecador contempla al Redentor, encuentra esperanza, seguridad y gozo". Mensajes Selectos tomo 1 pág. 409
Aunque el ser humano aparte a Dios de su vista, solo para acarrearse un sinfín de dolor, miseria y sufrimiento, nuestro amante Salvador no nos dejó morir en nuestros pecados.
La cruz fue el punto de encuentro entre la misericordia y la verdad, entre la paz y la justicia. Fue el lugar en que todo el mal, la iniquidad y el pecado encontraron un límite que no traspasarán. Fue el efectivo remedio para nuestros males y para nuestra total incapacidad de salvarnos a nosotros mismos. 
Y la cruz es también el punto de partida del mayor rescate de todos los siglos. Pronto Él volverá.
En la vida, muerte y resurrección de Cristo se abrieron posibilidades infinitas para nuestra raza caída. Podemos levantarnos del barro y asumir con todo derecho nuestra condición de hijos y herederos de Dios y de su reino celestial.
Pero la inmensa mayoría de quienes pueblan este triste planeta rechaza -como en los días de los profetas- la salvación ofrecida con tanta liberalidad.
Por eso es que Jesús no vendrá otra vez como Redentor de los hombres, sino como su Juez.
Vendrá a imponer el derecho y la justicia que se habían retirado, volverá para entronizar la equidad y la verdad. Retornará para dar libertad a los cautivos del pecado y para recompensar a los justos, en tanto derrama su justa ira sobre los que detienen con injusticia la verdad.
"Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez." Salmos 50:3-6
¡Ven Señor Jesús!

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