RECIBIR LA HERENCIA

"Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". Colosenses 1:12-14
¿Cuan grande es nuestra herencia?
Se estima que existen más de cien mil millones (100.000.000.000) de galaxias en el universo observable. Y solo en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, se calcula que hay entre 100 a 300 mil millones de estrellas. Como ya resulta imposible ponerles nombre a todas, se les asignan números y letras (y esto es solo lo que vemos por el momento).
¡Qué grande es nuestro Dios!
Considera: por su gracia, el Dueño de toda esa inmensidad que llamamos Universo, ¡nos ha hecho sus herederos! 
Fuimos hechos sus hijos mediante el maravilloso sacrificio de Jesús, que nos rescató del pecado y de la muerte y nos abrió las puertas de su reino ¿Cómo no darle gracias con gozo?
Además, por si faltara confirmación de esa maravillosa realidad, "el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". Romanos 8:16,17
Fuimos rescatados, convertidos en hijos y por consiguiente en herederos del reino de amor de Cristo. 
¿Lo crees así? ¿Tienes ese testimonio en tu interior?
Tal certeza, debería producir en nosotros una seguridad interna y una disposición a sufrir lo que sea, para ser dignos de tan alto privilegio que se nos concede, que supera completamente a cualquier honor que se pueda recibir en este mundo. 
Pero la Biblia se ocupa de dejar bien en claro que no hay ningún mérito de nuestra parte en esta elección: "Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna". Tito 3:4-7
Bondad, amor, salvación, misericordia, limpieza, regeneración, renovación, abundancia, justificación, gracia. Todas estas palabras describen el accionar de Dios, que convierte al indigno pecador en un ciudadano del reino de los cielos. Recibiremos la herencia porque Él así lo quiso. Seremos salvados por su buena voluntad, no por nuestros esfuerzos. 
Considera de nuevo: ¿lo mereces? Yo no. 
Sin embargo, Dios me dice (y a tí también) que soy adoptado en la familia celestial, convertido en hijo, con pleno derecho a disfrutar eternamente "de la herencia de los santos en luz".
¿Cuál será nuestra respuesta al ofrecimiento divino?
Ruego al Señor que despierte nuestros sentidos y emociones más profundas para rendirle todo en adoración y alabanza. Que lo único que llene nuestra mente sea el propósito de servirle incondicionalmente. Que su fidelidad despierte la nuestra, para enfrentar todo obstáculo y vencer todo pecado.
La Divinidad se ha comprometido en nuestro favor para que recibamos la más extraordinaria herencia de todos los tiempos. Su poder puede guardarnos sin mancha hasta ese día. Todos los recursos del cielo se hallan  a nuestra disposición para que triunfemos. 
Digamos con el apóstol: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero". 1ª Pedro 1:3-5
Una gloriosa herencia nos espera para que la gocemos. Dios la guarda -y promete guardarnos a nosotros mediante la fe- hasta el día en que la recibamos.
¡Aleluya!

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