DIOS MALINTERPRETADO 1 de 5

¿Por qué me pasa esto? ¿Qué hice yo para merecerlo?
Estas y otras preguntas se levantan con frecuencia en medio del dolor. Y se vuelven más apremiantes cuando quienes las pronuncian son creyentes hijos de Dios.
Vistas desde nuestra propia óptica, la mayoría de nuestras penas nos resultan incomprensibles, insoportables e inmerecidas. Pero necesitamos comprender que, el microcosmos de nuestra propia aflicción solo podrá entenderse a la luz del macrocosmos del gran conflicto entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre Cristo y Satanás.
Desde que el pecado entró en el universo, el dolor, el sufrimiento, la angustia y la muerte, se convirtieron en un espectáculo frecuente. Nos resultan ya tan familiares, que parecen parte normal de la vida. Pero nunca fue el plan de Dios que suframos.
Nuestro Creador nos hizo al principio para que seamos eternamente felices, pero nuestra realidad actual es otra y muy distinta.
Esto se debe a la intervención de un segundo agente: nuestro enemigo Satanás, quién obra sin descanso para deshacer las obras de Dios y provocar la ruina o el retraso de los planes divinos.
Las preguntas, sin embargo, siguen en pie: ¿Por qué tenemos que sufrir tan terriblemente? ¿Si Él nos ama, por qué permite tanto dolor, tanta maldad?
Aunque no haya respuestas fáciles, muchas veces -intentando justificar a Dios- buscamos una salida rápida, mediante frases hechas que solemos utilizar al afrontar el sufrimiento.
Veamos aquí cinco de ellas:
  • "El Señor actúa de maneras misteriosas".
  • "Todo sucede por una razón".
  •  "Dios nos castiga porque nos ama"
  •  "Es la voluntad de Dios"
  •  "Cada uno cosecha lo que sembró"
En entradas sucesivas voy a considerarlas una por una.
Cada una de estas afirmaciones tiene algo de verdadero (de allí su atractivo), pero son falsas porque malinterpretan y/o tergiversan el carácter y los motivos de nuestro Dios.
     1- "El Señor actúa de maneras misteriosas". FALSO.
Si bien es cierto que hay algunos "misterios" en la Biblia, no se refieren a que el accionar de Dios sea impredecible, sino a lo extraordinario de sus hechos y a lo limitado de nuestro entendimiento: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?" Romanos 11:33,34.
Una cosa es comprender que los caminos de Dios son más elevados que nuestros caminos (ver Isaías 55:8,9), otra muy diferente es decir que no se pueden entender. Afirmar esto es buscar una salida fácil ante una calamidad fuera de nuestra comprensión.
Lo cierto es que nuestro Dios es racional, predecible y coherente. No hay nada de oculto, misterioso o perverso en las acciones de Aquel que ama a sus hijos con un amor indecible. La Biblia dice que nada hará sin revelarlo antes a sus siervos (Amós 3:7).
El libro de Job es una muestra de ese microcosmos de aflicción que remite al macrocosmos del gran conflicto. Allí se plantean interrogantes esenciales en cuanto al carácter y los motivos de Dios; pero no todas las preguntas hallan respuesta. Para completar el cuadro se necesitaría llegar hasta el Calvario, la resurrección y la esperanza de la aniquilación final del pecado, cosas que Job no alcanzaría a ver.
En las Escrituras se nos revela que lo que El Señor hace, se basa en los eternos principios del amor, la justicia y la misericordia.
En el lado opuesto aparece su adversario, Satanás, quien basa sus acciones en el enconado odio que siente hacia Dios y hacia sus criaturas.
La variable impredecible, en realidad, la constituimos los seres humanos, con nuestras decisiones a favor o en contra de uno u otro bando. Entre estas tres voluntades en juego se desarrolla el drama de los siglos. Todas las influencias en el cielo, la tierra y el infierno, actúan pues de manera incesante, para bien o para mal. Dios intentado salvarnos, el diablo procurando nuestra perdición, y cada uno de nosotros luchando con nuestras pasiones y deseos.
El elemento fundamental en este asunto no son las acciones de nuestro Creador, que siempre procura nuestro bien y no escatima recursos para ayudarnos alcanzar la salvación.
El factor determinante, se encuentra en cada decisión que tomamos, ya sea en favor del bien o en favor del mal, eligiendo la redención de nuestras almas o encaminándonos a la perdición, o rindiendo nuestra voluntad a Cristo o cayendo en manos de Satanás. 
Dios no actúa de maneras misteriosas, trabaja siempre para nuestro bien.
Y aunque no siempre podamos entender todo lo que nos sucede, si podemos confiar en que, "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28).
Seguimos en la próxima entrada.

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