DIOS MALINTERPRETADO 5 de 5

"Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos". Apocalipsis 6:9-11. 
La última afirmación que consideraremos es la que dice: "Cada uno cosecha lo que sembró". También resulta falsa en su generalización. 
Si bien es cierto que mayormente cosechamos lo que sembramos (Gálatas 6:7), este no es un principio aplicable a todos los casos de sufrimiento. 
Era ya una idea popular en los tiempos de Jesús (Ver Juan 9:1-3), pero popular no equivale a verdadero. La historia de Job la desmiente. 
Hay además una larga lista de fieles que sufrieron sin haber hecho nada malo, como este patriarca, Juan el Bautista, Pablo, los apóstoles y los mártires de todas las edades. 
No siempre las buenas obras reciben bendición y no siempre las malas obras reciben castigo. En ocasiones, resulta todo lo contrario.
La verdad es que a veces parece que el mal triunfa y que a los que aman a Dios les toca sufrir igual o peor que los malvados. Son perseguidos, ridiculizados, torturados, difamados y muertos. Pero esto es solo apariencia momentánea.  
¡Jesús vencerá al final!
En la cita inicial se hace referencia al quinto sello del Apocalipsis. Se presenta a los mártires clamando al Señor que haga justicia. Debe entenderse esto en su carácter simbólico, pues los muertos no pueden hablar ni piden venganza para sí. Los verdaderos hijos de Dios siempre estarán más preocupados por vindicar el nombre de su Señor que el suyo propio.
Pero su pedido, como la sangre de Abel (ver Génesis 4:10), no quedará sin respuesta. Ella, sin embargo, no llegará de inmediato, pues los planes de Dios requieren tiempo para desarrollarse. Solo se les pide que esperen un poco más, pues habrá todavía quienes deban sellar con su sangre la fidelidad que deben al Cordero. 
El conflicto demoraría aún en resolverse, porque tiene que ver con las conciencias de los seres humanos (ver entrada anterior). El Señor nos respeta tanto que no violenta nuestra voluntad -aunque influye en ella-, sino que pone en acción todos sus recursos para convencernos a seguir el camino del bien.
La paciencia y la misericordia de Dios hacia los pecadores es enorme, pero tiene una limitación. 
"El gran conflicto con el mal debe librarse hasta que llegue a un glorioso clímax. Debe permitirse que el pecado demuestre su carácter deforme tan plenamente, que luego no quede nunca ninguna duda en cuanto a la rectitud y justicia de Dios" (CBA tomo 7 pág. 795).
Cuando todo ser humano haya tomado una decisión firme, consciente y definitiva a favor de la verdad o del error, ya no habrá más misericordia, ni intercesión, ni perdón, ni salvación para los pecadores. 
Serían inútiles tales esfuerzos, tal como fue el intento de Abraham por salvar a la condenada Sodoma. El pecado y los pecadores empedernidos, habrán encontrado su límite. 
Cuando este se haya alcanzado, veremos el triunfo de la causa de Dios, pues Cristo "ha vencido para abrir el libro" (Apocalipsis 5:5). 
Esta es la seguridad que tenemos; él es y será el vencedor del conflicto y el Señor de la historia. 
A nosotros también se nos recomienda lo mismo. Espera en Dios, porque se nos dice que "con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas." Lucas 21:19.
Entonces recibiremos la recompensa final y se cumplirá el gozoso dicho: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús." Apocalipsis 14:12.

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