DIRECCIÓN SABIA

"En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada". 2ª Reyes 12:1,2
De todos los reyes de Israel y Judá se dice que hicieron lo bueno o lo malo por sí mismos; el caso de Joás es singular, pues se registra que hizo lo recto mientras fue dirigido por el sumo sacerdote Joiada.
Esto tal vez se debió a que era apenas un niño inexperto y necesitado de consejo cuando ascendió al trono de Judá en medio de una crisis nacional. Joiada fue su mentor, su guía en sus primeros años, influyendo para bien en el joven rey y motivándolo a buenas obras.
Pero la Biblia también registra que, siendo ya grande, desvió sus pasos del Señor siguiendo el consejo de sus príncipes (ver 2ª Crónicas 24), hizo matar al hijo de Joiada y sirvió a otros dioses, por lo cual fue entregado en manos de los sirios y finalmente asesinado.
De este relato con final triste podemos extraer al menos un par de lecciones:
  1. Los líderes -sean hombres o mujeres- no deberían ser personas volubles, ni depender por entero del consejo de otros para tomar sus propias decisiones. Se necesitan dirigentes con amplitud de criterio y fuerte fundamento moral, que no se vean afectados por la influencia ajena al punto de convertirse en títeres de sus subordinados. Hacen falta  -hoy como entonces-, líderes maduros espiritualmente, que permanezcan con decisión inquebrantable del lado de la verdad. 
  2. La segunda lección -y complementaria a la anterior-, es que, aunque sean necesarios líderes con independencia de criterio, debería haber concierto entre ellos. Los buenos líderes actúan en conjunto, no en soledad. 
Estas dos virtudes deberían conjugarse; libertad moral para tomar decisiones independientes, y la suficiente humildad para buscar el consejo de otros. La individualidad y la humildad no tienen que ser antagónicas, sino que ambas deberían complementarse.
Las Escrituras dicen: "Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad... Los pensamientos con el consejo se ordenan; Y con dirección sabia se hace la guerra". Proverbios 11:14; 20:18
Estamos envueltos en la crisis final, por lo que necesitamos hoy más que nunca de dirigentes fieles a su cometido, que se mantengan de parte del Señor cerrando la brecha que el enemigo ha abierto entre su pueblo.
El reavivamiento y la reforma deben comenzar por los que están al frente de la obra. Su ejemplo será seguido por sus hermanos. Si son indolentes en su labor, o demuestran poco aprecio por el sagrado cometido del evangelio, su influencia nefasta se esparcirá por toda la iglesia. Si son fuertes en Cristo, hombres de fe y oración, consagrados y honestos, esparcirán los rayos de la verdad divina con un fervor que contagiará a los demás y serán una poderosa influencia para el bien. 
Como fieles centinelas del Maestro deberían adiestrarse y adiestrar a otros para la lucha, tal como dice la cita siguiente: "Los ministros de Jesucristo... [deberían] disciplinarse para la guerra. Se requiere mayor sabiduría en la conducción de la obra de Dios que la que se requiere de los generales en los conflictos de las naciones. Los ministros que han sido escogidos por Dios están ocupados en una gran tarea. Combaten no sólo contra los hombres, sino también contra Satanás y sus ángeles. Aquí se requiere dirección sabia. Deben transformarse en estudiosos de la Biblia y entregarse plenamente a la tarea. Si comienzan a trabajar en un lugar, deben ser capaces de exponer las razones de nuestra fe, no en forma ostentosa ni agresiva, sino con humildad y temor. El poder que convence surge de los argumentos poderosos presentados con humildad y en el temor de Dios". Testimonios para la Iglesia Tomo I pág. 560.
Si aprendemos a depender solo de Dios, estaremos listos para reconocer y seguir el consejo de los hermanos de experiencia y fe. Bajo la dirección del Señor no seremos islas solitarias, sino un continente vigoroso y pujante que ensanche cada día sus orillas. 
Necesitamos hoy la sabia dirección divina manifestándose en nuestros líderes y en nuestro pueblo. Para recibirla, hay una ineludible condición: la unidad. 
"Que todo aquel que asevera seguir a Cristo se estime menos a sí mismo y más a los demás. ¡Uníos, uníos! En la unión hay fuerza y victoria; en la discordia y la división hay debilidad y derrota. Estas son palabras que me dirigió el Cielo. Como embajadora de Dios os las transmito. Procure cada uno contestar la oración de Cristo: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti.” Juan 17:21. ¡Oh, qué unidad! Y dice Cristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:35)". Joyas de los Testimonios pág. 190.
Demostremos que somos uno en el Señor. Administradores, pastores, ancianos y miembros de la iglesia, trabajando juntos, siguiendo consejo unos de otros, deberíamos formar un sólido bloque, unido en propósito y acción, llevando el evangelio a las regiones que claman por él. 
 Entonces, el Señor vendrá.

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