EL DIOS DEL JUICIO

"Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, Porque Dios es el juez". Salmos 50:3-6
Vivimos en un mundo en donde ya no se respeta ninguna ley, ninguna autoridad; donde no se acepta ninguna verdad como absoluta. Las personas, los grupos de poder y los gobiernos operan bajo la única ley de que "todo es relativo". Si les conviene, es bueno y aceptable, si no, entonces es malo.
Los valores como la honestidad, la veracidad, la abnegación, la humildad, la generosidad (por nombrar algunos), son menospreciados. En su lugar, son exaltados los orgullosos, los egoístas y los transgresores. El amor se ha vuelto una palabra útil para esconder las pasiones más bajas y sucias que se puedan concebir.
¿Donde encajaría hoy un juicio universal?
Resulta espantosa y repudiable para la mentalidad pos moderna la idea de un juicio divino, pues cada quien se ha hecho Dios y ley a si mismo. Es la única autoridad que reconocen.
¿Qué derecho tendría -alegan-, un Ser Supremo para juzgarnos?
Sin embargo, HAY UN JUICIO.
Dios mismo lo ha anunciado en su Palabra. El escritor del Salmo 50 lo presenta en una visión majestuosa y terrible, viniendo para pronunciar sentencia sobre un mundo rebelde y culpable.
Su juicio será final, definitivo e inapelable, sobre toda mala obra y sobre todo pecador. Al mismo tiempo, será misericordioso, justo y liberador para sus santos que lo esperan.
¿Qué cuál es su derecho?
Él dice:"Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud". Salmos 50:10-12
En su calidad de Dueño de todo el universo, ya tiene autoridad suficiente para llamar a cuentas a sus criaturas sobre sus actos. El Creador tiene todo el derecho de evaluar nuestras acciones, sobre la base de una ley proclamada por él mismo: los Diez Mandamientos.
Su ley es la base de juicio, escrita en lo más íntimo de nuestros corazones, antes que en tablas de piedra. Es la norma por la que se pesarán las acciones de cada uno de los que habitan o habitaron alguna vez este triste mundo asolado por el pecado.
Pero además de su carácter de Hacedor del cosmos, le asiste otra razón para ser el Dios del Juicio. El precio de nuestras transgresiones, el pago de nuestra culpabilidad, el costo de nuestra redención, han sido pagados por él en la persona de nuestro Salvador Jesucristo. 
La Biblia lo afirma diciendo: "sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros". 1 Pedro 1:18-20 
El Señor no solo es el Autor de la Ley, es también el Creador del universo y el que se hizo pecado por nosotros para regalarnos su justicia. Por tanto, está acreditado para ser nuestro Juez.
Mientras el mundo corre insensatamente hacia un abismo de maldad cada vez más profundo, en el cielo todas las miradas están puestas en el juicio que se desarrolla en el santuario celestial. El carácter de cada uno de los candidatos a la vida eterna está siendo probado, y será declarado apto o rechazado. Cada nombre en el Libro de la Vida está siendo analizado.
En tanto, el Señor nos invita a entrar en una tierna relación de amor y obediencia con él para que seamos salvos por su gracia. Siendo que nos ha rescatado al precio infinito de su sangre, no quiere que nadie se pierda. Todos sus recursos, en el cielo y en la tierra, ya han sido puestos en acción en favor de los que buscan vivir en armonía con la ley de la libertad (ver Santiago 2:11,12). Todo está listo y esperando para que, en su venida, sea conocido su veredicto.
El resultado final del juicio dependerá de mi decisión y de la tuya.
La promesa divina es que "el que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios". Salmos 50:23

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