PRIORIDADES

"También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? " Lucas 12:16-20
El hombre rico de la parábola lo tenía todo planeado, menos... lo más importante (Los seres humanos tenemos una gran capacidad para ello).
Y lo más importante, suele ser lo más obvio. Había olvidado que "la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee" (Lucas 12:15).
Cuando pensamos solamente en nosotros mismos, cuando nuestros planes no abarcan la eternidad ni tienen en cuenta a Dios, cometemos el peor de los errores. Porque no somos eternos y muy pronto tendremos que responder por nuestras acciones y elecciones ante el trono del Rey del Universo.
La vida no es solo tener y acumular, no consiste solo en disfrutar, comer y beber. Una existencia de placer egoísta, aunque parezca placentera, acaba en un total y absoluto desperdicio.
Nuestra prioridad básica debería ser someter nuestra voluntad y nuestros planes a Dios. Él debería estar primero en todo lo que pensamos, decimos, deseamos o hacemos. Debería ser el centro de nuestros intereses y el guía de todas las decisiones.
Necesitamos decir alegremente a cada paso: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón." (Salmos 40:8).
Si el cumplimiento de la voluntad divina fue el gozo de Jesús durante su vida terrenal, y es el de los ángeles que ejecutan sus mandatos... ¿Por qué no puede ser el nuestro también?
La mayor felicidad, la más completa y auténtica satisfacción del alma se encuentran en vivir dependiendo de Dios para todo, sometiendo a cada paso nuestros deseos y planes al Señor. 
La prioridad siguiente incluye a nuestros prójimos. Aquellos por quienes Cristo murió son preciosos a su vista. Es vital que nos ocupemos de ellos, aún por encima de nuestros propios intereses.
De otra forma nos puede ocurrir lo de la poesía:

Primero se llevaron a los negros,
pero a mi no me importó, por que yo no lo era.
Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mi ni me importó, porque yo no lo era.
Después detuvieron a los sacerdotes,
pero como yo no soy religioso, tampoco me importó.
Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mi, pero ya es tarde.
Bertolt Brecht, poeta y dramaturgo alemán (1898-1956)
La alarmante indiferencia hacia nuestros prójimos que hoy reina, es lo contrario del espíritu del cielo. Si alguna vez queremos vivir allí, necesitamos aprender las prioridades celestiales. La felicidad verdadera se encuentra en el servicio abnegado hacia quienes nos rodean. 
En ello, la vida de Cristo fue un ejemplo. Ningún otro ser humano vivió tan pendiente de hacer la voluntad de su Padre. Nadie alcanzó jamás tales alturas de abnegación; ninguno descendió a las profundidades de la humillación, como lo hizo nuestro admirable Maestro. 
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10:27).
Estas dos prioridades deberían gobernar toda nuestra vida, constituir nuestro objetivo y dominar los afectos. De otra manera no podríamos realizarnos como personas, alcanzar la felicidad, ni abrigar esperanzas de vida eterna.
¿Básico y simple, no...?

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