SENTADOS

"Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió". Mateo 9:9
 Mateo ejercía uno de los pocos trabajos sedentarios que había en aquella época. Sentado en la mesa de los tributos, se encontraba cobrando buenas sumas de dinero cuando Jesús lo llamó.
¿Por qué eligió a Mateo?
El Señor siempre hizo las cosas por una buena razón. Las acciones posteriores de este discípulo, reclutado de la clase más despreciada de la sociedad judía,  hablan por sí mismas. El relato paralelo de Lucas indica que al instante, dejando todo (Lucas 5:28), fue tras Jesús.
¡Qué ejemplo maravilloso de entrega y consagración sin reservas! 
Pero, ¿por qué tuvo que dejarlo todo?
La cita siguiente es muy iluminadora al respecto:
“Los buenos principios son siempre exigentes. Nadie puede tener éxito en el servicio de Dios a menos que todo su corazón esté en la obra, y tenga todas las cosas por pérdida frente a la excelencia del conocimiento de Cristo. Nadie que haga reserva alguna puede ser discípulo de Cristo, y mucho menos puede ser su colaborador. Cuando los hombres aprecien la gran salvación, se verá en su vida el sacrificio propio que se vio en la de Cristo. Se regocijarán en seguirle adondequiera que los guíe”. DTG pág. 239
Sin dudas, un trabajo rentable, la seguridad financiera, una familia, son cosas valiosas; pero Mateo escogió lo mejor, ir tras Jesús.
La escena siguiente lo muestra nuevamente sentado, esta vez, en la mesa del banquete.
Invitó a sus amistades y a sus colegas recaudadores de impuestos para que gozaran de la compañía y de las palabras de gracia de su nuevo amigo.
Un verdadero discípulo se sentirá impulsado a compartir las bendiciones del evangelio con sus allegados -y con todo aquel que se le cruce-. Ser un misionero es una respuesta natural al amor de Dios.
"Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento". Mateo 9:10-13
Unirse a Jesús siempre provoca escándalo. Pero aquí, Cristo mismo asumió la defensa de su más reciente seguidor. Sus palabras hicieron caer la espantosa máscara de justicia propia con la que se revestían aquellos hombres.
Todos estamos "enfermos" de pecado, "no hay justo, ni aún uno", dice la Escritura (Romanos 3:10); solo que hay dos clases de enfermos: los que reconocen su necesidad y los que no quieren recibir ayuda.
"Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente". (vs. 14-17)
Los discípulos de Juan el Bautista se presentaron con un interrogante sembrado por los fariseos. Esta era una estrategia satánica para enfrentar ambos grupos. El demonio siempre actúa con los mismos métodos. Siembra disensión y controversia para que los cristianos se enemisten unos con otros. 
Pero Jesús mismo intervino en favor de ellos mediante dos parábolas muy certeras.
Los remiendos no sirven. La nueva vida no es una simple mejora de la vida anterior de pecado; requiere cambios profundos, drásticos y completos.
Los odres y el vino nuevo simbolizan la novedad del evangelio, que debe ser preservada en nuevos recipientes. No se pueden mezclar las cosas espirituales con las carnales sin riesgo de la más terrible pérdida, la de la vida eterna.
La mesa de los tributos representa las cosas por las cuales luchamos en este mundo, lo terrenal, lo egoísta y pasajero; la mesa del banquete es la mesa de la conversión y el testimonio. Estar sentado en una u otra indica en que lugar está nuestro corazón.
Pero hay un tercer lugar en donde estar sentados:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Efesios 2:4-6
¡Sentados con Cristo en el cielo! ¡Estar donde el está! Todos los que, como Mateo, están dispuestos a dejarlo todo por amor de su nombre, son herederos de un lugar junto al Hijo de Dios.
Pero lo verdaderamente extraordinario de este pasaje es que se halla en tiempo presente. Una vez que decidimos sentarnos en la mesa del banquete, Dios ya nos ve sentados en los lugares celestiales. El reino de los cielos es para ahora mismo, podemos comenzar a gozar de la vida eterna aquí en este mundo de pecado.
Y aunque tengamos que esperar un poco para el cumplimiento pleno de esa promesa, el nos invita: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” Apocalipsis 3:20, 21
Siéntate con él. 

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