CRISTO NO QUEDARÁ SATISFECHO

En Cristo está la ternura del pastor, el afecto del padre y la incomparable gracia del Salvador compasivo. El presenta sus bendiciones en los términos más seductores. No se conforma con anunciar simplemente estas bendiciones; las ofrece de la manera más atrayente, para excitar el deseo de poseerlas. Así han de presentar sus siervos las riquezas de la gloria del don inefable. El maravilloso amor de Cristo enternecerá y subyugará los corazones cuando la simple exposición de las doctrinas no lograría nada. “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.” “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalem; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Veis aquí el Dios vuestro! ... Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo cogerá los corderos, y en su seno los llevará.” Hablad al pueblo de Aquel que es “señalado entre diez mil,” y “todo él codiciable.” Las palabras solas no lo pueden contar. Refléjese en el carácter y manifiéstese en la vida. Cristo está retratándose en cada discípulo. Dios ha predestinado a cada uno a ser conforme “a la imagen de su Hijo.” En cada uno, el longánime amor de Cristo, su santidad, mansedumbre, misericordia y verdad, han de manifestarse al mundo... 
 Los primeros discípulos salieron predicando la palabra. Revelaban a Cristo en su vida. Y el Señor obraba con ellos “confirmando la palabra con las señales que se seguían.” Estos discípulos se prepararon para su obra. Antes del día de Pentecostés, se reunieron y apartaron todas sus divergencias. Estaban unánimes. Creían la promesa de Cristo de que la bendición sería dada, y oraban con fe. No pedían una bendición solamente para sí mismos; los abrumaba la preocupación por la salvación de las almas. El Evangelio debía proclamarse hasta los últimos confines de la tierra, y ellos pedían que se les dotase del poder que Cristo había prometido. Entonces fué derramado el Espíritu Santo, y millares se convirtieron en un día. 
 Así también puede ser ahora. En vez de las especulaciones humanas, predíquese la Palabra de Dios. Pongan a un lado los cristianos sus disensiones y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición, y la recibirán. El derramamiento del Espíritu en los días apostólicos fué la “lluvia temprana,” y glorioso fué el resultado. Pero la lluvia “tardía” será más abundante.
Todos los que consagran su alma, cuerpo y espíritu a Dios, recibirán constantemente una nueva medida de fuerzas físicas y mentales. Las inagotables provisiones del Cielo están a su disposición. Cristo les da el aliento de su propio espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo despliega sus más altas energías para obrar en el corazón y la mente. La gracia de Dios amplía y multiplica sus facultades y toda perfección de la naturaleza divina los auxilia en la obra de salvar almas. Por la cooperación con Cristo, son completos en él, y en su debilidad humana son habilitados para hacer las obras de la Omnipotencia. 
 El Salvador anhela manifestar su gracia e imprimir su carácter en el mundo entero. Es su posesión comprada, y anhela hacer a los hombres libres, puros y santos. Aunque Satanás obra para impedir este propósito, por la sangre derramada para el mundo hay triunfos que han de lograrse y que reportarán gloria a Dios y al Cordero. Cristo no quedará satisfecho hasta que la victoria sea completa, y él vea “del trabajo de su alma ... y será saciado.” Todas las naciones de la tierra oirán el Evangelio de su gracia. No todos recibirán su gracia; pero “la posteridad le servirá; será ella contada por una generación de Jehová.” “El reino, y el dominio, y el señorío de los reinos por debajo de todos los cielos, será dado al pueblo de los santos del Altísimo,” y “la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las aguas.” “Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria.” “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que publica la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salud, del que dice a Sión: Tu Dios reina! ... Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalem: porque Jehová ha consolado su pueblo.... Jehová desnudó el brazo de su santidad ante los ojos de todas las gentes; y todos los términos de la tierra verán la salud del Dios nuestro.” 
 Extraído del libro el Deseado de Todas las Gentes págs. 766-768

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