VENCEDORES

"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". Apocalipsis 3:21
Tal vez sea solo impresión mía, pero se habla muy poco de la victoria últimamente en círculos cristianos. No recuerdo la última predicación que escuché sobre el tema, ni tampoco recuerdo haber leído muchos artículos sobre la vida cristiana victoriosa. Aun si el lector no estuviese de acuerdo conmigo, deberá concederme al menos que no es un tema muy frecuente  ¿A qué se deberá esto?
Quiero aventurar un par de hipótesis muy simples:
  • La primera es que no comprendemos su importancia. Hablamos mucho del amor de Jesús y de mantener una relación con él, de su segunda y gloriosa venida y de otras doctrinas igualmente relevantes; pero la cuestión de vencer al pecado y desarrollar un carácter "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13) ocupa un lugar secundario, si es que lo tiene.  

  • La segunda es que no nos sentimos victoriosos. Hay en nosotros una conformidad con el "statu quo" laodicense (estamos bien así), que nos acompleja en cuanto a obtener la victoria. Ya sea que nos sintamos cómodos con nuestra situación actual, o que veamos el asunto con sospechas de legalismo, o porque somos realistas respecto a nuestra vida espiritual, nos parece que estar absolutamente libres de pecado no es para nosotros.
Ambas hipótesis pueden resumirse en una sola expresión: hay un enemigo que no desea que obtengamos esa preciosa experiencia, y hace todo lo posible para que no la busquemos, o que nos desalentemos intentando alcanzarla.
La siguiente cita nos puede servir de ayuda: "Cada cual tendrá que sostener un violento combate para triunfar del pecado en su propio corazón. Por momentos, es una obra muy penosa y desalentadora; pues al mirar los defectos de nuestro carácter, nos detenemos a considerarlos, cuando en realidad deberíamos mirar a Jesús y revestir el manto de su justicia. Quien quiera que entre en la ciudad de Dios por las puertas de perla, entrará como vencedor, y su victoria más grande será la que habrá obtenido sobre sí mismo". Testimonios para la Iglesia Tomo 9 pág. 146
De manera que, u obtenemos la victoria y conseguimos un carácter puro y sin mancha, o no entraremos al cielo. Este es un asunto MUY IMPORTANTE.
Pero esa obra "penosa y desalentadora" no tiene que finalizar necesariamente con nuestra derrota. Se nos ha prometido gracia abundante para derrotar cada sutileza del enemigo. Cristo ya venció y nos ofrece su victoria, a condición que la deseemos y la pidamos con fervor.
Podemos ser vencedores, pero tenemos una parte que desempeñar para que esto suceda.
"En la obra de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna fuerza exterior. Bajo la influencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a quien ha de servir. En el cambio que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay la más completa sensación de libertad. La expulsión del pecado es obra del alma misma. Por cierto, no tenemos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando deseamos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder exterior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina del Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la voluntad de Dios". El Deseado de Todas las Gentes pág. 431
¿Qué tenemos que hacer? Nos toca:
  • elegir a quien servir
  • entregarnos a Cristo
  • desear ser libres
  • clamar por ayuda
  • obedecer por su poder
Dios nos ha dado a ti y a mí la posibilidad de expulsar totalmente el pecado de nuestras vidas. Esto debe suceder en la experiencia de cada creyente, antes de que nuestro Salvador venga en las nubes de los cielos. Y debe suceder AHORA, si de veras queremos entrar por las puertas de perla de la Santa Ciudad.
 La victoria está a tu alcance. Alaba a Dios por ella. "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo". 1ª Corintios 15:57

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