¿CUERDAS DE ARENA?

El ejercicio correcto de la voluntad
Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto puedan para levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo. Cristo podrá interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si ellos mismos no resuelven combatir personalmente. 
A los que ceden a sus apetitos se les ha de inducir a ver y reconocer que necesitan renovarse moralmente si quieren ser hombres. Dios les manda despertarse y recuperar, con las fuerzas de Cristo, la dignidad humana dada por Dios y sacrificada a la pecaminosa satisfacción de los apetitos. 
Al sentir el terrible poder de la tentación y la fuerza arrebatadora del deseo que le arrastra a la caída, más de uno grita desesperado: “No puedo resistir al mal”. Decidle que puede y que debe resistir. Bien puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será siempre así. Carece de fuerza moral, y le dominan los hábitos de una vida de pecado. Sus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. El conocimiento de sus promesas quebrantadas y de sus votos malogrados le debilitan la confianza en su propia sinceridad, y le hacen creer que Dios no puede aceptarle ni cooperar con él; pero no tiene por qué desesperar. 
Quienes confían en Cristo no han de ser esclavos de tendencias ni hábitos hereditarios ni adquiridos. En vez de quedar sujetos a la naturaleza inferior, han de dominar sus apetitos y pasiones. Dios no deja que peleemos contra el mal con nuestras fuerzas limitadas. Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos... 
Mediante el debido uso de la voluntad cambiará enteramente la conducta. Al someter nuestra voluntad a Cristo, nos aliamos con el poder divino. Recibimos fuerza de lo Alto para mantenernos firmes. Una vida pura y noble, de victoria sobre nuestros apetitos y pasiones, es posible para todo el que une su débil y vacilante voluntad a la omnipotente e invariable voluntad de Dios. 
Los que luchan contra el poder de los apetitos deberían ser instruidos en los principios del sano vivir. Debe mostrárseles que la violación de las leyes que rigen la salud, al crear condiciones enfermizas y apetencias que no son naturales, echa los cimientos del hábito de la bebida. Sólo viviendo en obediencia a los principios de la salud pueden esperar verse libertados de la ardiente sed de estimulantes contrarios a la naturaleza. Mientras confían en la fuerza divina para romper las cadenas de los apetitos, han de cooperar con Dios obedeciendo a sus leyes morales y físicas... 
Para toda alma que lucha por elevarse de una vida de pecado a una vida de pureza, el gran elemento de fuerza reside en el único “nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12.  
“Si alguno tiene sed”, de esperanza tranquila, de ser libertado de inclinaciones pecaminosas, Cristo dice: “Venga a mí y beba”. Juan 7:37. El único remedio contra el vicio es la gracia y el poder de Cristo. CSI 436-438
  Cristo ha dicho: “Sin mí, nada podéis hacer”. Las resoluciones que toméis apoyándoos en vuestras limitadas fuerzas, serán como cuerdas de arena; pero si oráis con sinceridad, entregando vuestra alma, cuerpo y espíritu a Dios, vistiéndoos de toda la armadura de Dios, y abrís vuestra alma a la justicia de Cristo, y a ella solamente... estaréis capacitados para resistir los engaños del diablo. La tarea de cada alma consiste en resistir al enemigo con el poder y la fortaleza del Señor Jesucristo, y la promesa es que el malo huirá de nosotros. Que todos comprendan que están en peligro, y que no hay seguridad de salvación excepto en el cumplimiento de las condiciones dadas por el versículo. — The Youth’s Instructor, 8 de febrero de 1894.

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