VENCIENDO Y PARA VENCER

"Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer". Apocalipsis 6:2
Romper con los malos hábitos no solo es posible, es INDISPENSABLE.
Pero cuando nos miramos a nosotros mismos, encontramos razones suficientes para desanimarnos. Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar. Nuestros malos rasgos de carácter y los hábitos adquiridos y acariciados son muy poderosos y difíciles de desarraigar.
Sin embargo recordemos que Jesús salió "venciendo y para vencer". No necesitamos hablar de derrota, pues contamos con suficiente ayuda divina de la mano de nuestro poderoso Auxiliador.
Pero, a fin de alcanzar la victoria, a su poder deberá unirse nuestra voluntad.Y cuando hablo de la voluntad, quiero dejar en claro lo que implica este término:
  • No se trata de la voluntad humana viciada por el pecado, pues ésta no quiere ni puede someterse a Dios; y por lo tanto, no busca cambiar.
  • Tampoco hablo de la voluntad carnal, que aunque desea cambiar, no busca la ayuda divina e intenta vencer por su propia fuerza. Terminará inexorablemente derrotada, pues libra un combate desigual.
  • Más bien se refiere a la que, consciente de su incapacidad para librarse, se entrega a la influencia divina para ser renovada por el Espíritu. Esta es la que será victoriosa al final.
La siguiente cita es muy animadora para los que deseamos ser libres de hábitos esclavizantes:
 "Cuando veáis la enormidad del pecado, cuando os veáis como sois en realidad, no os entreguéis a la desesperación, pues a los pecadores es a quienes Cristo vino a salvar. No tenemos que reconciliar a Dios con nosotros, sino que—¡oh maravilloso amor!—“Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo.” Por su tierno amor está atrayendo a sí los corazones de sus hijos errantes. Ningún padre según la carne podría ser tan paciente con las faltas y los yerros de sus hijos, como lo es Dios con aquellos a quienes trata de salvar. Nadie podría argüir más tiernamente con el pecador. Jamás enunciaron los labios humanos invitaciones más tiernas que las dirigidas por El al extraviado. Todas sus promesas, sus amonestaciones, no son sino la expresión de su amor inefable". El Camino a Cristo pág. 35
¡Qué maravilloso es el amor de Dios! Pero aún hay más. 
Insisto: las Escrituras dicen que Jesús salió "venciendo y para vencer". 
Su victoria es nuestra si la pedimos, y así llegaremos a ser más que vencedores mediante su poder. Cristo dijo: "toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18), y su poder infinito se encuentra a entera disposición de los que luchan por reflejar la imagen divina.
La cita final es la síntesis de esta serie de entradas. Resume el cómo entregar nuestra voluntad a Dios para librarnos de los hábitos destructores.
"Muchos dicen: “¿Cómo me entregaré a Dios?” Deseáis hacer su voluntad, mas sois moralmente débiles, esclavos de la duda y dominados por los hábitos de vuestra vida de pecado. Vuestras promesas y resoluciones son tan frágiles como telarañas. No podéis gobernar vuestros pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos quebrantados debilita la confianza que tuvisteis en vuestra propia sinceridad, y os induce a sentir que Dios no puede aceptaros; mas no necesitáis desesperar. Lo que debéis entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la correcta acción de la voluntad. Dios dió a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que El obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en El y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con El". El Camino a Cristo pág. 47
Emprende hoy la lucha entregando toda tu voluntad al que "salió venciendo, y para vencer".

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