ESCONDIDOS EN DIOS

"Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". Colosenses 3:3
Cuando era niño, solíamos jugar a las escondidas en el oscuro sótano de un taller de bicicletas, en la propiedad de un amigo. Apenas bajábamos los primeros escalones, nos encontrábamos con la noche total; para el desdichado que quedaba, le esperaba una lluvia de tuercas, tornillos, manoplas y demás artículos, arrojados por mis divertidos compañeros desde la impenetrable negrura.
Un día, al bajar, descubrí un espacio mínimo debajo de la escalera que nadie había notado, el cual se convirtió desde entonces en mi escondrijo secreto. Apenas podía yo entrar y era prácticamente invisible. Varias veces me buscaron -incluso entre varios-, mas no pudieron hallarme en tan segura guarida.
Este incidente de mi infancia me remite al texto que encabeza. Jesús es nuestro más seguro escondite contra los ataques del enemigo, un oculto retiro de paz cuando arrecia la maldad, fiel garantía de protección en la adversidad. La Biblia expresa repetidamente esa idea, en versículos como los siguientes:
  • "Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto". Salmos 27:5
  • "En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas". Salmos 31:20
  •  "Y será aquel varón (Cristo) como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa". Isaías 32:2 
¿Cómo es tener la vida escondida en Dios?
Para tener nuestra vida escondida con Cristo en Dios, primero necesitamos haber muerto. Estar muertos al pecado y a las cosas del mundo con su influencia corruptora; muertos a los placeres inmorales; libres del afán por las ganancias y los honores mundanales. Pero absolutamente vivos para Cristo, entregados totalmente a hacer su voluntad y preocupados exclusivamente por la gloria de su reino. 
Esto no significará jamás la ausencia total de dificultades, problemas o sufrimiento. Por el contrario, los que se entregan así al Señor son los más probados y atacados por Satanás. 
Sin embargo, cual Cristo en el mar de Galilea, podemos reposar con absoluta calma en medio de la rugiente tormenta, sabiéndonos a salvo en Dios. Tenemos un lugar en donde hallar refugio. 
Se nos invita en la dificultad: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación." Isaías 26:20
La seguridad que nos brinda la compañía de Jesús -cuando con él nos ocultamos en Dios-, es imposible de describir con justicia.
Él mismo afirmó: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre". Juan 10:27-29
Pero esconderse en Dios es mucho más que seguridad personal. La paz y el gozo desbordan la vida y se convierten en frescos raudales de salvación para las almas receptivas. El Espíritu Santo da poder a nuestras palabras para que sean sabor de vida para vida, y nuestras acciones corresponden a ellas. 
Elena de White describe el impacto de una vida de ese calibre, el atractivo de un hombre o una mujer refugiados en Él: "Todos los que entran en la esfera de su influencia  perciben la hermosura y la fragancia de la vida cristiana, mientras que él mismo es inconsciente de ella, puesto que está en armonía con sus hábitos y sus inclinaciones. Ora por luz divina, y le gusta vivir en armonía con esa luz. Su comida y su bebida es hacer la voluntad de su Padre celestial. Su vida está escondida con Cristo en Dios; sin embargo, no se jacta de esto, ni parece consciente de ello. Dios acepta al hombre humilde que sigue de cerca en los pasos del Maestro. Los ángeles son atraídos a él, y a ellos les agrada detenerse a lo largo de su senda. Pueden ser pasados por alto como indignos de que se les dedique atención por aquellos que pretenden haber logrado exaltadas conquistas, y que se deleitan en hacer prominentes sus buenas obras; pero los ángeles celestiales se inclinan con amor sobre ellos y son como muro de fuego que los circunda". Consejos Para la Iglesia pág. 92
¿Estás refugiado en Dios?

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