LA NECESIDAD DE LA DEMORA 3 DE 3

"Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que aman tu salvación: Jehová sea enaltecido. Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes". Salmos 40:16,17
A nadie le gusta esperar y a mí menos que a cualquiera. Resulta un fastidio cualquier tipo de demora; pero cuando el acontecimiento es importante, la dilación es más molesta todavía. 
¿Qué decir entonces de la venida de nuestro Salvador? ¿Por qué se tarda en venir?
Como el salmista, deberíamos reclamar con verdadera angustia del alma: "Dios mío, no te tardes".
Cristo se demora en regresar por las razones expuestas en las entradas anteriores; aunque creo que la principal es esta: "La larga noche de lobreguez es angustiosa, pero se posterga la mañana por misericordia, porque si el Maestro viniese muchos serían encontrados sin preparación". Testimonios para la Iglesia Tomo 2 pág. 194 (1868).
No estamos listos para su regreso. Triste y penosa realidad. Por eso la demora es necesaria.
Jesús ve con tristeza que sus hijos amados duermen o están distraídos con las cosas de este mundo, buscando placeres, luchando por alcanzar ganancias efímeras, o -peor aún-, contendiendo entre sí por conseguir el primer lugar. En vez de reflejar su amoroso carácter y parecernos cada día más a él, nos afanamos por recibir el molde del mundo.
¡Terrible e incomprensible tragedia!
Pero este estado de cosas no durará para siempre. De otra manera, el pecado y Satanás obtendrían la victoria.
Lo que llamamos "demora", es en realidad el tiempo que el Señor ocupa en desplegar todos sus recursos en favor de su iglesia aquí en la tierra, a fin de alistarla para unirse a la iglesia del cielo.
¿Y qué nos falta entonces?
El que tiene todo el poder en el cielo y la tierra está a nuestro favor.
Su Palabra, la Biblia, circula como nunca antes en la historia, pero no la escudriñamos lo suficiente. Ha dispuesto que un verdadero reavivamiento y una profunda reforma están a nuestro alcance, sin embargo no la buscamos con toda determinación. La gracia de Dios se derrama en ríos desbordantes sobre un mundo indiferente.
¿Por qué Señor parecemos estar paralizados?
No obstante, su amor no se detiene, pues todo el cielo está en expectativa por nosotros. Nada se escatima para nuestra salvación.
Pero aún hay más...
Los ángeles se hallan listos para venir a ayudarnos. La sangre de Jesús intercede en nuestro favor, el amor del Padre espera por nosotros y el Espíritu Santo está listo para derramar la plenitud de su poder.
Pero nadie puede responder por nosotros...
Necesitamos velar y orar mucho más allá de lo que lo hemos hecho hasta aquí. Tenemos que buscar con temor y temblor ser aprobados por Dios, e invitar a otros a unirse al urgente llamado a despertar.
La actitud necesaria ante esta situación está descrita en el último libro del Antiguo Testamento: "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve". Malaquías 3:16-18
En su misericordia, ha dispuesto un período adicional para prepararse para su venida; sin embargo la tan necesaria demora no será eterna. Cuando la maldad haya alcanzado su límite, cuando cada uno haya jugado su suerte con este mundo o el venidero y decidido su destino eterno; entonces nuestro divino Redentor vendrá a buscarnos.
El anhelo divino (y el mío también), es que seamos de los que "aman tu salvación". Que se encienda en nosotros un intenso deseo de estar con él. Que todas nuestras palabras, nuestras acciones e intereses revelen que estamos impacientes por ese acontecimiento. Que ningún otro asunto sea más importante, que ninguna otra actividad ocupe las mejores energías de nuestro ser. 
Participemos en el clamor celestial por el fin de la demora: "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente... El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús". Apocalipsis 22: 17,20

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